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El Sida

La infección causada por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es una enfermedad provocada por uno o dos virus que progresivamente destruyen los glóbulos blancos llamados linfocitos, provocando el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) y otras enfermedades derivadas de una inmunidad deficiente.

A comienzo de los años 80, los epidemiólogos (personas que estudian los factores que afectan a la frecuencia y a la distribución de las enfermedades) reconocieron un brusco incremento de dos enfermedades entre los varones homosexuales americanos. Una era el sarcoma de Kaposi, una variedad de cáncer poco frecuente; la otra era la neumonía por pneumocistis, una forma de neumonía que ocurre sólo en personas con un sistema inmunitario comprometido.

La insuficiencia del sistema inmunitario que permitió el desarrollo de cánceres raros e infecciones poco frecuentes recibió el nombre de SIDA. También se descubrieron insuficiencias en los sistemas inmunológicos de las personas que se inyectaban drogas, en hemofílicos, en quienes recibían transfusiones de sangre y en varones bisexuales. Poco después, el síndrome comenzó a detectarse en heterosexuales que no consumían drogas, en hemofílicos y en pacientes que recibían transfusiones de sangre.

Patogénesis

Para infectar a una persona, el virus debe entrar en células como los linfocitos, una variedad de glóbulos blancos. El material genético del virus se incorpora al ADN de una célula infectada. El virus se reproduce dentro de la célula, llegando a destruirla finalmente y liberando nuevas partículas del mismo. Luego estas nuevas partículas infectan otros linfocitos y también pueden destruirlos.

El virus se adhiere a los linfocitos que presentan en su superficie una proteína receptora, llamada CD4. Las células con receptores CD4 suelen ser llamadas células CD4-positivas (CD4+) o linfocitos T colaboradores. Los linfocitos T del tipo colaborador tienen la función de activar y coordinar otras células del sistema inmunitario, como los linfocitos B (que producen anticuerpos), los macrófagos y los linfocitos T citotóxicos (CD8+), todos los cuales ayudan a destruir células cancerosas y microorganismos invasores. Como la infección por VIH destruye los linfocitos T colaboradores, debilita el sistema con que cuenta el organismo para protegerse de las infecciones y el cáncer.

Los infectados con VIH pierden los linfocitos T colaboradores (células CD4+) en tres fases con el paso del tiempo. Una persona sana tiene un número de linfocitos CD4 de aproximadamente 800 a 1 300 células por microlitro de sangre. En los primeros meses posteriores a la infección por el VIH, este número puede reducirse del 40 al 50 por ciento. Durante estos primeros meses, el enfermo puede transmitir el VIH a otros porque en su sangre circulan muchas partículas del virus. A pesar de que el organismo lucha contra éste, es incapaz de eliminar la infección.

Después de aproximadamente 6 meses, el número de partículas de virus en la sangre alcanza un valor estable, que varía de persona a persona. Sin embargo, siguen quedando suficientes para continuar la destrucción de linfocitos CD4+ y transmitir la enfermedad a otros sujetos. Pueden pasar muchos años en los que se produce una disminución lenta pero progresiva de los valores de dichos linfocitos hasta niveles por debajo de lo normal. Los altos valores de partículas víricas y los bajos valores de linfocitos ayudan al médico a identificar a los pacientes con mayor riesgo de desarrollar SIDA.

Durante el año o los dos años anteriores al desarrollo del SIDA, el número de linfocitos CD4+ suele descender más rápidamente. La vulnerabilidad a la infección aumenta a medida que el número de linfocitos CD4+ baja a menos de 200 células por microlitro de sangre.

La infección por VIH también altera la función de los linfocitos B, componentes del sistema inmunitario que generan anticuerpos y suele hacerles producir un exceso de los mismos. Estos anticuerpos son dirigidos principalmente contra el VIH y otras infecciones con las cuales la persona ha tenido un contacto previo. Pero éstos son poco eficaces contra muchas de las infecciones oportunistas del SIDA. Al mismo tiempo, la destrucción de los linfocitos CD4+ por parte del virus reduce la capacidad del sistema inmunológico en el reconocimiento de nuevos agentes invasores.

Transmisión de la infección

El contagio del VIH requiere del contacto con humores corporales que contengan células infectadas o partículas del virus; dichos humores incluyen sangre, semen, secreciones vaginales, líquido del cerebro y de la médula espinal y leche materna. El VIH también está presente en las lágrimas, la orina y la saliva, pero en concentraciones ínfimas.

El VIH se transmite de las siguientes maneras:

- A través de las relaciones sexuales con una persona infectada, durante las cuales la membrana mucosa que reviste la boca, la vagina o el recto queda expuesta a los humores corporales contaminados.

- Por una inyección o infusión de sangre contaminada, como ocurre al realizar una transfusión, por compartir jeringuillas o pincharse accidentalmente con una aguja contaminada con el VIH.

- Transmisión del virus desde una madre infectada a su hijo antes del nacimiento o durante el mismo, o bien a través de la leche materna.

- La susceptibilidad a la infección por VIH aumenta cuando la piel o una membrana mucosa resulta dañada, como puede suceder durante una enérgica relación sexual vía vaginal o anal. Muchos estudios han demostrado que la transmisión sexual del VIH es más probable si uno de los dos miembros de la pareja tiene herpes, sífilis u otras enfermedades de transmisión sexual que puedan causar lesiones en la piel. Sin embargo, el VIH puede ser transmitido por una persona infectada a otra durante una relación sexual vaginal o anal, aunque ninguna de las dos tenga otras enfermedades de transmisión sexual o lesiones evidentes en la piel. La transmisión también puede tener lugar durante el sexo oral, a pesar de que es menos frecuente.

En los Estados Unidos y Europa, la transmisión del VIH entre los varones homosexuales y los adictos a inyectarse drogas se ha vuelto más frecuente que la transmisión entre heterosexuales. Sin embargo, el índice de transmisión entre estos últimos aumenta rápidamente. A título indicativo, en los Estados Unidos, más del 10 por ciento de las personas con SIDA son mujeres, mientras que en America Latina esta cifra alcanza el 25 por ciento, y la infección por el VIH está aumentando más rápidamente entre las mujeres que entre los hombres. La transmisión en África, el Caribe y Asia es principalmente entre heterosexuales y la infección por el VIH se produce en la misma proporción entre hombres y mujeres.

Antes de 1 992, gran parte de las mujeres europeas y norteamericanas infectadas lo adquirieron al inyectarse drogas con agujas contaminadas. Sin embargo, el número de casos derivados de la transmisión sexual ha sobrepasado lentamente el número atribuido al consumo de drogas.

Una persona que trabaja en el ámbito de la salud y accidentalmente se pincha con una aguja contaminada con el VIH tiene una posibilidad entre 300 de contraer el virus. El riesgo de infección aumenta si la aguja penetra profundamente o si se inyecta sangre contaminada. Tomar un fármaco antirretrovírico como el AZT (zidovudina) parece reducir la probabilidad de infección tras pincharse con una aguja, pero no elimina el riesgo.

El SIDA representa en la actualidad la primera causa de muerte entre los hemofílicos, que necesitan frecuentes transfusiones de sangre completa u otros productos plasmáticos. Antes de 1 985, muchos hemofílicos recibieron productos sanguíneos contaminados con el VIH. Desde entonces, se examina toda la sangre recolectada para controlar que no esté contaminada y en la actualidad los productos plasmáticos son tratados con calor para eliminar el riesgo de contagio del virus.

La infección por el VIH en gran número de mujeres en edad fértil ha producido la subsecuente transmisión a los niños. El virus puede ser transmitido al feto al inicio de la gestación a través de la placenta o en el momento del nacimiento al pasar por el canal del parto. Los niños que son amamantados pueden contraer la infección por VIH a través de la leche materna. Éstos también pueden infectarse si son objeto de abusos sexuales.

El VIH no se transmite por contacto casual ni tampoco por un contacto estrecho no sexual en el trabajo, la escuela o el hogar. No se ha registrado ningún caso de transmisión a través de la tos o del estornudo, ni tampoco por una picadura de mosquito. La transmisión de un médico o de un dentista infectado a un paciente es extremadamente rara.

Síntomas

Algunos afectados desarrollan síntomas similares a los de la mononucleosis infecciosa varias semanas después del contagio. La temperatura elevada, las erupciones cutáneas, la inflamación de los ganglios linfáticos y el malestar general pueden durar de 3 a 14 días. Luego casi todos los síntomas desaparecen, aunque los ganglios linfáticos pueden seguir agrandados. Durante años es posible que no aparezcan más síntomas. Sin embargo, inmediatamente circulan grandes cantidades de virus en la sangre y otros humores corporales, por lo que la persona se vuelve contagiosa poco después de infectarse. Varios meses después de haber contraído el virus, los afectados pueden experimentar síntomas leves en repetidas ocasiones que no encajan aún en la definición del síndrome completamente desarrollado.

Una persona puede presentar síntomas de afección durante años antes de desarrollar las infecciones o los tumores característicos que definen al SIDA. Éstos incluyen ganglios linfáticos agrandados, pérdida de peso, fiebre intermitente y sensación de malestar, fatiga, diarrea recurrente, anemia y aftas (una lesión fúngica que se produce en la boca). La pérdida de peso (emaciación) es un problema particularmente preocupante.

Por definición, el SIDA comienza con un bajo recuento de linfocitos CD4+ (menos de 200 células por microlitro de sangre) o con el desarrollo de infecciones oportunistas (infecciones provocadas por microorganismos que no causan enfermedad en personas con un sistema inmunitario normal). También pueden aparecer cánceres como el sarcoma de Kaposi y el linfoma de Hodgkin.

Tanto la infección por el VIH en sí misma como las infecciones oportunistas y los cánceres producen los síntomas del SIDA. Por ejemplo, el virus puede infectar el cerebro y causar demencia, con pérdida de la memoria, dificultad de concentración y una menor velocidad en el procesamiento de informaciones. Sin embargo, sólo unos pocos enfermos de SIDA mueren por los efectos directos de la infección por el VIH. Por lo general, la muerte sobreviene por los efectos acumulativos de muchas infecciones oportunistas o tumores. Los microorganismos y las enfermedades que normalmente suponen una pequeña amenaza para las personas sanas rápidamente pueden causar la muerte en estos enfermos; especialmente cuando el número de linfocitos CD4+ baja a menos de 50 células por microlitro de sangre.

Varias infecciones oportunistas y cánceres son típicos del comienzo del SIDA. Las aftas, un crecimiento excesivo de la levadura Candida en la boca, la vagina o el esófago, puede ser la infección inicial. El primer síntoma en una mujer pueden ser las frecuentes infecciones vaginales causadas por hongos que no se curan con facilidad. Sin embargo, estas afecciones son frecuentes en las mujeres sanas y pueden deberse a otros factores, como los contraceptivos orales, los antibióticos y los cambios hormonales.

La neumonía causada por el hongo Pneumocystis carinii es una afección oportunista recurrente y frecuente en los enfermos de SIDA. La neumonía por pneumocistis suele ser la primera infección oportunista grave que aparece; fue la causa más frecuente de muerte entre los infectados por el VIH antes de que se perfeccionaran los métodos para tratarla y prevenirla.

La infección crónica con el Toxoplasma (toxoplasmosis), que persiste desde la infancia, es bastante frecuente, pero causa síntomas en sólo una minoría de las personas con SIDA. Cuando se reactiva en éstas, causa una grave infección, principalmente del cerebro.

La tuberculosis es más frecuente y más mortal en los afectados por el VIH y es difícil de tratar si las especies de bacterias que la producen resultan resistentes a varios antibióticos. Otra micobacteria, el complejo Micobacterium avium, suele causar fiebre, pérdida de peso y diarrea en enfermos con el síndrome avanzado. Puede tratarse y prevenirse con fármacos de reciente creación.

Las infecciones gastrointestinales también son frecuentes en el SIDA. El Cryptosporidium, un parásito que puede ser adquirido a través de agua o alimentos contaminados, produce diarrea intensa, dolor abdominal y pérdida de peso.

Ciclo vital simplificado del virus de la inmunodeficiencia humana

Al igual que todos los virus, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) se reproduce usando la maquinaria genética de la célula que 
lo alberga, generalmente un linfocito CD4. Existen fármacos recientemente legalizados que inhiben dos enzimas víricas de fundamental importancia 
(la transcriptasa inversa y la proteasa, utilizadas por el virus para reproducirse) y se están creando fármacos que apunten a una tercera enzima, la integrasa. 

1. El virus del VIH primero se adhiere a una célula y penetra en ella.
2. El ARN del VIH, que constituye el código genético del virus, es liberado dentro de la célula. Para reproducirse, el ARN debe ser convertido en ADN. La enzima que realiza la conversión recibe el nombre de transcriptasa inversa. El virus VIH muta fácilmente en este punto porque la transcriptasa inversa tiende a cometer errores durante la conversión del ARN vírico en ADN.
3. El ADN vírico entra en el núcleo de la célula.
4. Con la ayuda de una enzima llamada integrasa, el ADN vírico se integra con el ADN de la célula.
5. El ADN se replica y reproduce ARN y proteínas. Las proteínas adoptan la forma de una larga cadena que debe cortarse en varias partes una vez que el virus abandona la célula.
6. Un nuevo virus se forma a partir del ARN y de segmentos cortos de proteína.
7. El virus escapa a través de la membrana de la célula, envolviéndose en un fragmento de la misma (envoltura).
8. Para resultar infeccioso para las otras células, otra enzima vírica (la proteasa del VIH) debe cortar las proteínas estructurales dentro del virus que ha nacido, haciendo que se recoloquen 
y se conviertan en la forma madura del VIH.

La leucoencefalopatía multifocal progresiva (LMP), una infección vírica del cerebro, puede afectar a la función neurológica. Los primeros síntomas suelen ser la pérdida de fuerza en un brazo o pierna y falta de coordinación o equilibrio. En el transcurso de días o semanas, la persona puede ser incapaz de andar y mantenerse en pie y suele morir tras pocos meses.

El citomegalovirus frecuentemente infecta a los enfermos de SIDA. Los pacientes avanzados suelen reinfectarse, por lo general en la retina, causándoles ceguera. El tratamiento con fármacos antivíricos puede controlar el germen. Las personas con SIDA también son muy susceptibles a muchas otras infecciones bacterianas, micóticas y víricas.

El sarcoma de Kaposi, un tumor que aparece en la piel en forma de placas indoloras y sobreelevadas, de color rojo a púrpura, afecta a los enfermos de SIDA, especialmente a los varones homosexuales. También pueden desarrollar tumores del sistema inmunitario (linfomas), pudiendo éstos aparecer primero en el cerebro u otros órganos internos. Las mujeres son proclives a desarrollar cánceres de cuello uterino. Los varones homosexuales pueden sufrir cáncer de recto.

Diagnóstico

Un análisis de sangre relativamente simple y muy exacto (llamado test ELISA) puede ser utilizado para determinar si una persona está infectada con el VIH. Con esta prueba es posible detectar anticuerpos contra el virus. Los resultados son confirmados rutinariamente por tests cada vez más precisos. No obstante, pueden pasar varias semanas o más tiempo desde que se produce la infección hasta que los anticuerpos se positivizan. Las pruebas altamente sensibles (antígeno P24) pueden detectar el virus desde el principio y en la actualidad se usan para analizar la sangre donada para transfusiones.

Varias semanas después de la infección, los afectados desarrollan, generalmente, anticuerpos contra el VIH. Un reducido número de personas infectadas no produce cantidades detectables de anticuerpos durante varios meses o más tiempo aún. En cualquier caso, la prueba ELISA detecta los anticuerpos en todas las personas infectadas y casi todas las que los poseen están infectadas y son contagiosas.

Si el resultado del test ELISA indica que existe infección por VIH, se repite la prueba sobre la misma muestra de sangre para confirmar lo que se ha descubierto. Si los resultados son nuevamente positivos, el siguiente paso es confirmarlos con un análisis de sangre más exacto y costoso, como la prueba de Western blot. Esta prueba también identifica los anticuerpos contra el HIV, pero es más específica que el test ELISA. En otras palabras, si el test Western blot da resultado positivo, la persona, con casi toda certeza está infectada por el VIH.

Pronóstico

La exposición al VIH no siempre deriva en infección y algunas personas que han sido expuestas reiteradamente no resultan infectadas. Además, muchos infectados han estado bien durante más de una década. Sin el beneficio de los tratamientos actuales, una persona infectada con HIV tenía entre un uno y un dos por ciento de posibilidades de desarrollar SIDA en los primeros años después de la infección; la probabilidad continuaba hasta aproximadamente el 5 por ciento cada año a partir de entonces. El riesgo de desarrollarlo en los primeros 10 u 11 años después de contraer la infección era aproximadamente del 50 por ciento. Entre el 95 y el 100 por cien de las personas infectadas desarrollará finalmente el SIDA, pero los efectos a largo plazo de los fármacos de reciente creación y uso combinado pueden mejorar esta perspectiva.

Los primeros fármacos utilizados para tratar el VIH, como la AZT (zidovudina) y la ddI (didanosina), han reducido el número de infecciones oportunistas e incrementado la expectativa de vida de estos pacientes y las combinaciones de éstos producen mejores resultados. Los fármacos nucleósidos más recientes, como la d4T (estavudina) y 3TC (lamivudina), así como los inhibidores de la proteasa del VIH, como por ejemplo saquinavir, ritonavir e indinavir, son incluso más potentes. En algunos pacientes, la terapia de combinación reduce la cantidad de virus en la sangre hasta cifras indetectables. Sin embargo, hasta el momento no se han conseguido curaciones.

Las técnicas para medir la cantidad de virus (ARN en el plasma) en la sangre (por ejemplo, las pruebas de la reacción en cadena de la polimerasa [PCR] y el test de separación del ácido desoxirribonucleico [bADN]) pueden ayudar al médico a observar los efectos de estos medicamentos. Dichos valores varían ampliamente desde menos de unos pocos cientos a más de un millón de virus que contienen ARN por mililitro de plasma y ayudan a realizar un pronóstico para el paciente. Los fármacos más potentes suelen bajar su concentración de 10 a 100 veces. La capacidad que tienen las nuevas combinaciones de medicamentos y las técnicas de control para mejorar la supervivencia son prometedoras, pero hasta el momento no han sido totalmente verificadas.

Al comienzo de la epidemia de SIDA, muchos afectados presentaban una rápida disminución en su calidad de vida después de su primera hospitalización y solían pasar gran parte del tiempo que les quedaba en el hospital. La mayoría moría a los dos años de desarrollar la enfermedad.

Con el desarrollo de nuevos fármacos antivíricos y mejores métodos para tratar y prevenir las infecciones oportunistas, muchos infectados mantienen sus aptitudes físicas y mentales durante años tras habérseles confirmado el diagnóstico de SIDA. En consecuencia, ésta se ha convertido en una enfermedad tratable, si bien no curable todavía.

Prevención

Los programas para prevenir la propagación del VIH se han centrado principalmente en educar al público en cuanto a la transmisión del virus, en un intento de modificar el comportamiento de las personas más expuestas. Los programas educativos y de motivación han tenido un éxito relativo porque a muchos les cuesta cambiar sus hábitos adictivos o sexuales. Impulsar el uso de condones, que es una de las mejores maneras de evitar la transmisión del VIH, sigue siendo un tema controvertido. Suministrar agujas esterilizadas a los drogadictos, otro método que sin duda alguna reduce la propagación del SIDA, también ha encontrado resistencia entre los ciudadanos.

Hasta el momento, las vacunas para prevenir la infección por VIH o bien para retardar su avance han resultado poco eficaces. Se están ensayando docenas de vacunas y muchas han fallado, pero la investigación continúa.

Los hospitales y las clínicas no suelen aislar a los pacientes VIH-positivos a menos que tengan infecciones contagiosas, como por ejemplo tuberculosis. Las superficies contaminadas por el VIH pueden ser limpiadas y desinfectadas fácilmente porque éste resulta inactivado por el calor y gracias a la acción de desinfectantes comunes como el peróxido de hidrógeno y el alcohol. Los hospitales cuentan con estrictos procedimientos en cuanto a la manipulación de muestras de sangre y otros humores corporales con el fin de evitar la transmisión del virus y otros microorganismos contagiosos. Estas precauciones universales se aplican a todas las muestras de todos los pacientes, no sólo a las que provienen de un infectado.

Tratamiento

En la actualidad existen muchos fármacos para el tratamiento de la infección, incluyendo los inhibidores nucleósidos de la transcriptasa inversa, como por ejemplo el AZT (zidovudina), el ddI (didanosina), el ddC (zalcitabina), el d4T (estavudina) y el 3TC (lamivudina); los inhibidores no nucleósidos de la transcriptasa inversa, como la nevirapina y la delavirdina; y los inhibidores de la proteasa, como por ejemplo saquinavir, ritonavir e indinavir. Todas evitan que el virus se reproduzca y en consecuencia retardan la progresión de la enfermedad. El HIV suele desarrollar resistencia a todos estos fármacos cuando son utilizados aisladamente, en un periodo variable que puede ir desde unos pocos días a unos pocos años dependiendo del tipo de fármaco y del paciente.

El tratamiento parece ser más eficaz cuando se combinan al menos dos fármacos, lo cual puede retrasar la aparición del síndrome en los VIH-positivos y prolongar su vida en comparación con el efecto que produce uno solo. No se sabe a ciencia cierta en qué momento a partir de la infección debe comenzarse el tratamiento, pero las personas con altos valores de VIH en su sangre, e incluso las que tienen altos números de CD4+ y ausencia de síntomas, deben ser tratadas. Estudios previos que parecían demostrar que no existía ninguna ventaja en comenzar el tratamiento de forma precoz no son necesariamente relevantes ahora que se han desarrollado muchos otros medicamentos y combinaciones. Sin embargo, el costo y los efectos colaterales de dos o tres tratamientos pueden ser demasiado altos para algunas personas que viven en países industrializados y para muchas de las que viven en países menos desarrollados.

Los fármacos AZT, ddI, d4T y ddC pueden provocar efectos colaterales como dolor abdominal, náuseas y dolor de cabeza (especialmente el AZT). El uso prolongado del AZT puede dañar la médula ósea y provocar anemia. El ddI, ddC y d4T pueden dañar los nervios periféricos y el ddI puede dañar el páncreas. Entre los nucleósidos, el 3TC parece tener la menor cantidad de efectos colaterales.

Los tres inhibidores de la proteasa pueden provocar efectos colaterales, incluyendo náuseas, vómitos, diarrea y malestar abdominal. El indinavir produce un leve y reversible incremento en las enzimas hepáticas que no provoca síntoma alguno y puede causar un intenso dolor de espalda (cólico renal) similar al que provocan los cálculos renales. El ritonavir tiene la desventaja de elevar y hacer descender los valores de muchos otros fármacos a través de sus efectos sobre el hígado. El saquinavir puede ser mejor tolerado, pero no se absorbe bien y en consecuencia no resulta tan eficaz tal y como se dispensa desde 1996.

A pacientes con SIDA se les suelen prescribir muchos fármacos para prevenir las infecciones. Para evitar la neumonía pneumocistis, cuando el número de linfocitos CD4 baja hasta menos de 200 células por microlitro de sangre, la combinación de sulfametoxazol y trimetoprim es altamente eficaz. Esta combinación también evita las infecciones cerebrales toxoplasmáticas. En las personas con un número de linfocitos CD4+ menor a 75 o 100 células por microlitro de sangre, la azitromicina tomada semanalmente, la claritromicina o bien la rifabutina tomada a diario pueden evitar las infecciones causadas por Mycobacterium avium. Las personas que se recuperan de meningitis criptocócica o aquellas que experimentan repetidos brotes de aftas (infecciones de la boca, el esófago o la vagina con el hongo Candida) pueden tomar fluconazol, un fármaco antimicótico, durante períodos prolongados. Las personas con episodios recurrentes de infecciones causadas por herpes simple en la boca, los labios, los genitales o el recto pueden necesitar un tratamiento prolongado con el antivírico aciclovir para evitar recaídas. 

La leucoencefalopatía multifocal progresiva (LMP), una infección vírica del cerebro, puede afectar a la función neurológica. Los primeros síntomas suelen ser la pérdida de fuerza en un brazo o pierna y falta de coordinación o equilibrio. En el transcurso de días o semanas, la persona puede ser incapaz de andar y mantenerse en pie y suele morir tras pocos meses.

El citomegalovirus frecuentemente infecta a los enfermos de SIDA. Los pacientes avanzados suelen reinfectarse, por lo general en la retina, causándoles ceguera. El tratamiento con fármacos antivíricos puede controlar el germen. Las personas con SIDA también son muy susceptibles a muchas otras infecciones bacterianas, micóticas y víricas.

El sarcoma de Kaposi, un tumor que aparece en la piel en forma de placas indoloras y sobreelevadas, de color rojo a púrpura, afecta a los enfermos de SIDA, especialmente a los varones homosexuales. También pueden desarrollar tumores del sistema inmunitario (linfomas), pudiendo éstos aparecer primero en el cerebro u otros órganos internos. Las mujeres son proclives a desarrollar cánceres de cuello uterino. Los varones homosexuales pueden sufrir cáncer de recto.

Extraido de diversas fuentes en Internet
www.sexo-urbano.com